Patentar para avanzar en la protección de la innovación en el sector farmacéutico y sanitario

La innovación es el motor que impulsa el progreso en la salud. Detrás de cada nuevo medicamento, vacuna o terapia hay años de investigación, pruebas e inversión. En este contexto, la propiedad intelectual se convierte en una herramienta clave para garantizar que esas innovaciones estén protegidas, recompensando el esfuerzo de las personas y entidades que las desarrollan y permitiendo que nuevas investigaciones sigan siendo posibles.

La protección mediante patentes y derechos de exclusividad no solo defiende la creatividad científica, sino que también ayuda a que la sociedad pueda beneficiarse de los avances médicos en un marco regulado y sostenible.

El valor de las patentes en el desarrollo farmacéutico

En un laboratorio de investigación, el camino desde la idea hasta el medicamento puede llevar más de una década y supone inversiones millonarias. Sin una protección adecuada, ese esfuerzo podría ser fácilmente copiado, desincentivando la innovación.

Las patentes otorgan un derecho exclusivo durante un período limitado, normalmente veinte años, que permite recuperar los costos de investigación y desarrollo (I+D) y financiar nuevos proyectos.

Por ejemplo, cuando un equipo de investigación descubre una nueva molécula capaz de tratar una enfermedad rara, la patente les permite garantizar que nadie pueda producir ni vender esa molécula sin autorización durante un tiempo determinado. Esto crea un equilibrio entre recompensa y avance social ya que el inventor es reconocido y la sociedad, a largo plazo, se beneficia del conocimiento generado.

El proceso de patentar un medicamento

Patentar una invención farmacéutica es un procedimiento complejo y riguroso. La innovación debe demostrar tres requisitos fundamentales:

  • Novedad, es decir, que no exista nada igual en el mercado ni en la literatura científica.
  • Actividad inventiva, que supone un paso real más allá de lo conocido.
  • Aplicación industrial, es decir, que pueda producirse y emplearse de forma práctica.

Además, es esencial acompañar el proceso con un asesoramiento legal y técnico especializado, ya que la redacción de una solicitud de patente en materia farmacéutica requiere precisión científica y conocimiento jurídico.

Las patentes no son el único mecanismo de protección. En el ámbito sanitario existen también los llamados derechos de exclusividad de datos clínicos, que protegen la información generada durante los ensayos clínicos y los estudios regulatorios.

Estos derechos permiten que, durante un tiempo determinado, ninguna otra empresa pueda utilizar los mismos datos para comercializar un medicamento similar, garantizando así que la inversión en investigación se recupere y se mantenga el incentivo para innovar.

La respuesta está en buscar fórmulas equilibradas como es promover políticas públicas que impulsen la investigación y, al mismo tiempo, garantir que los avances lleguen a quien los necesita. Ejemplos como los acuerdos de licencia voluntaria o las colaboraciones público-privadas están demostrando que es posible combinar protección y accesibilidad.

En el ámbito farmacéutico, patentar es mucho más que un trámite administrativo es el instrumento que permite transformar una idea en un avance real para la sociedad.

La protección de la propiedad intelectual garantiza que las investigaciones puedan continuar, que los inventores sean reconocidos y que los nuevos tratamientos lleguen al mercado con seguridad jurídica.

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